sábado, 24 de noviembre de 2012

Presentación en el CIP - 15 nov 2012


Presentación del libro "La picadura del escorpión" de Fernando Villarán en el Consejo Nacional del Colegio de Ingenieros del Perú. Tuvo como comentaristas al Ing. Fernando Hurtado Pasqual, Doctor en Ciencias Agrícolas, y al Poeta Tulio Mora Gagó, experto en Comunicaciones para el Desarrollo. Lima, 15 de noviembre de 2012.

Índice:
Vídeo 1. Presentación de Fernando Villarán.
Vídeo 2. Comentario de Fernando Hurtado.
Vídeo 3. Comentario de Tulio Mora.
Vídeo 4. Réplica de Fernando Villarán a los comentarios.

Vídeo 1. Presentación de Fernando Villarán:


Vídeo 2. Comentario de Fernando Hurtado:


Vídeo 3. Comentario de Tulio Mora:


Vídeo 4. Réplica de Fernando Villarán a los comentarios:

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Presentación en la UNI - 12 nov 2012


Presentación del libro La picadura del escorpión del Ing. Fernando Villarán en la Facultad de Ingeniería Industria y de Sistemas (FIIS) de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Tuvo entre comentaristas al Ing. Luis Baba Nakao. Lima, 12 de noviembre de 2012.

Índice:
Vídeo 1. Presentación de Fernando Villarán.
Vídeo 2. Comentario de Luis Baba Nakao.

Vídeo 1.


Vídeo 2.

martes, 13 de noviembre de 2012

Cambio16 reseña libro



Por Jorge Zavaleta

Publicado en el semanario español Cambio16 del 12 de noviembre de 2012, N°. 2.126, págs. 60-61.

Se le atribuye a Esopo aquella fábula del escorpión que pide a una rana que le ayude a cruzar el río, con la promesa de no hacerle daño alguno. La rana accede subiéndole a sus espaldas, pero cuando están a mitad del trayecto el escorpión pica, vierte su veneno, a la rana. ¿Cómo has podido hacer algo así?, le dice la rana, ahora moriremos los dos. Y el escorpión se disculpa “no he tenido elección, es mi naturaleza”.

Para Fernando Villarán, ingeniero industrial, exministro de Trabajo del Perú, promotor del desarrollo de la pequeña y mediana empresa en América Latina, en su reciente libro La picadura del escorpión, atribuye la crisis global, la peor en la historia del planeta, a la desnaturalización  del modelo de libre mercado por la exaltación de la codicia a límites inimaginables.

El desempleo creciente, la profundización de la pobreza, la desestabilización democrática, los síntomas cada vez más graves de la catástrofe ecológica y la quiebra del sueño americano de la casa propia, tienen que ver con aquel aguijón del escorpión (las grandes y más antiguas corporaciones) a la rana (las poblaciones más endebles) antes de que alcance la orilla para construir aquello que exige la primigenia filosofía liberal: el crecimiento económico con oportunidades para todos.

La  incursión desmedida y delictiva de la banca privada en la actividad financiera, el apalancamiento con poco dinero, el predominio de los grandes conglomerados empresariales, la fragilidad reguladora del Estado y sobre todo la quiebra de la ética por parte de los banqueros, deben ser revisados y sancionados para encontrar vías que superen la crisis global y vislumbrar un nuevo horizonte alejado de la embriaguez del consumismo infinito y perverso en desmedro de los más débiles.

Después de tres años y medio de trabajo, incluyendo 11 meses de redacción, Fernando Villarán  presenta su obra, escrita para un público amplio, con bastante información, temas polémicos, anécdotas personales y propuestas. Intenta responder a las preguntas: ¿Cómo se produjo y cuáles fueron las consecuencias del drama actual? Luego, con el análisis de las causas de la crisis, sus posibles correctivos y salidas, trata de responder a ¿por qué ocurrió todo esto, cómo podemos enfrentar sus efectos y cómo se puede evitar que se repita en el futuro? 

En efecto el debate está abierto. El liberalismo y el neoliberalismo no plantean la superación de la desigualdad, porque la igualdad es un principio ético, que implica diversos factores y esfuerzos para poder modificar el bienestar de todos.

Las empresas corruptas y corruptibles diseñan el mercado, liberan de los intereses privados,  no promueven el bien común, cuando sus obligaciones deben ser  pleno empleo y respetar la ley.

En los EEUU, la excesiva concentración de la riqueza en pocas y grandes empresas, afecta a la clase media y a los obreros que disminuyen sus ingresos. Por  los menos en las últimas tres décadas no funcionaron las oportunidades liberales planteadas para disminuir las desigualdades.

En cambio, en Alemania, Japón y China la pequeña y mediana empresa son las principales empleadoras que han cumplido un rol valioso en el desarrollo de la economía. La innovación es una propuesta en la que coinciden liberales y keynesianos.

La tercera posición, la de los investigadores de izquierda democrática, considera al liberalismo con mayor Estado y regulación, para constituir el motor moderno que genera riqueza. No es aceptable para ningún ciudadano del mundo, por ejemplo, que España, uno de los países que al ingresar a la Unión Europea desarrolló y estabilizó relativamente su economía, ahora tenga desempleada al  50% de su población joven y al 25% de su población adulta y resurjan explicables posiciones como la de Cataluña, exigiendo la desmembración de la monarquía.

Los culpables de la gran crisis son el Estado y los bancos. En países como China, India o Brasil el sector financiero es muy  fuerte y al servicio de la promoción empresarial, de la innovación. Solo el Banco del Estado de Brasil es más grande que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La banca alemana y  CORFO chilena son otros ejemplos a seguir.

Para el autor, la educación de calidad desde la primaria rural y superior. Una mayor conciencia del rol que cumplen los medios de comunicación dominados por intereses corporativos, distraen la capacidad de presión y movilización de la sociedad. Y rol promotor y regulador del Estado, podrán ayudar a quitar el velo de la ideología liberal equivocada que sigue pensando que la realidad del siglo XXI sigue siendo la misma del XX.    



Nota del editor
La picadura del escorpión”, editorial Planeta, fue presentada en el Centro Cultural Petroperú, empresa pública que ha reiniciado su ingreso al upstream. Además de la explotación y comercialización de hidrocarburos ha emprendido una intensa alianza con las manifestaciones culturales: como el auspicio de los Premios Nacionales, incluyendo en seis lenguas nativas, la continuidad del Premio literario Copé. Participaron en la primera presentación del libro: H. Campodónico, presidente de la empresa anfitriona, R. Abusada, J. Iguíñiz y J.C. Tafur, especialistas de diferente filiación política y económica. En la foto, Villarán delante de El puente Q´eswachaka, una obra  de ingeniería y tradición andina hace más de 600 años, único puente colgante  hecho de fibra vegetal (ichu) que no utiliza ningún material ni técnica moderna. Esa zona está liberada de escorpiones.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Presentación en la UARM - 7 nov 2012


Presentación del libro: "La picadura del escorpión" de Fernando Villarán en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Tuvo como comentaristas a dos profesores de dicha Universidad: Jan-David Gelles (Escuela de Ciencia Política) y Mario Bazán (Director de la Escuela de Economía y Gestión Ambiental). La presentación se llevó a cabo el 7 de noviembre de 2012.

Índice:
Vídeo 1. Fernando Villarán.
Vídeo 2. Comentario 1: Jan-David Gelles.
Vídeo 3. Comentario 2: Mario Bazán.
Vídeo 4. Réplica de Fernando Villarán a los comentaristas.
Vídeo 5. Pregunta 1.
Vídeo 6. Pregunta 2.
Vídeo 7. Pregunta 3.
Vídeo 8. Respuesta de Fernando Villarán a las preguntas.

Vídeo 1


Vídeo 2


Vídeo 3


Vídeo 4


Vídeo 5


Vídeo 6


Vídeo 7


Vídeo 8

Revista IDEELE


Fernando Villarán ha escrito un libro en donde describe a las ideas y los personajes que precipitaron la crisis financiera de 2008 y que están deteniendo  el desarrollo económico y social del mundo.


Publicado en la Revista IDEELE, n°. 224, octubre de 2012.

La picadura del escorpión
Por: Fernando Villarán
Ex ministro de Trabajo

Desde que estalló la crisis financiera en setiembre de 2008, han sucedido muchas cosas: la quiebra de numerosas empresas, el aumento del desempleo y de la pobreza en cientos de países, las oportunidades perdidas para millones, el descontento social generalizado. Como respuesta a esta situación muchos economistas e intelectuales se lanzaron a analizar las causas de la crisis, a proponer cambios y soluciones viables para los diversos males y problemas con la idea de construir una alternativa al modelo neoliberal (o de libre mercado). Son cientos, si no miles, los que participaron en esta tarea. Yo seguía fielmente esta polémica mundial y devoraba todos los artículos y la mayoría de libros que fueron apareciendo. Estaba seguro de que esta explosión de inteligencia y análisis de la situación iba finalmente a concretarse en mejores políticas, acciones más efectivas, resultados positivos para todos.

Sin embargo, nada de esto sucedió. Las ideas y propuestas de Paul Samuelson, Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Noam Chomski, Robert Reich, Simon Johnson, Christina Romer, Nouriel Roubini, Thomas Friedman, George Cooper, entre otros, no llegaron a los olimpos gobernantes, o si llegaban, no recibían mayor atención. Tampoco lograban gran eco en los principales medios de comunicación del planeta, sobre todo en la televisión. Más bien eran las viejas ideas y recetas, las mismas responsables de la crisis, las que se mantenían vigentes y se hacían más fuertes con el paso de los meses. Esas ideas seguían orientando las decisiones de la mayoría de países occidentales y de los principales organismos internacionales, rápidamente regresábamos a la situación de «aquí no pasó nada» y «todo sigue igual».

Durante casi todo el año 2009, y mientras duraba la peor recesión desde la segunda guerra mundial, se había alcanzado un cierto consenso sobre los responsables de la crisis: la desregulación financiera, las hipotecas de mala calidad (subprime), los bancos de inversión, los instrumentos financieros que ellos crearon —correctamente denominados armas de destrucción masiva—, entre otros. En esos momentos teníamos en nuestra memoria, muy frescos aún, los masivos paquetes de estímulo que habían diseñado e implementado los Estados Unidos para salvar a los bancos y reactivar la economía. Todavía estaba presente la figura de Henry Paulson, ministro de economía de ese país, que junto con el presidente George Bush lanzaron un paquete de 700 billones (miles de millones) de dólares como recurso salvador de los bancos, entre los que se contaba el suyo: el Goldman Sachs. Todos vimos cómo los bancos del mundo rogaban a sus Estados para que también los ayudaran a evitar su bancarrota y la inevitable recesión. El argumento era fácil: salvándolos a ellos se evitaba el sufrimiento de los pobres y de los trabajadores. No dudaron en ponerse de rodillas porque era su propia sobrevivencia la que estaba en juego. Sin embargo, en el 2010 y más en el 2011, todos estos personajes (los bancos y sus ejecutivos) fueron pasando a un segundo plano mientras aparecían en escena los nuevos culpables de la crisis: los Estados. Eran los nuevos malos de la película, incluso se les llegó a llamar chanchos, PIGS en inglés, por las letras iniciales de Portugal, Irlanda, Grecia y España (Spain). Casi toda la prensa mundial se ensañó con ellos, y aún lo sigue haciendo. Los Estados, y solo ellos, eran los irresponsables, los que se habían endeudado más allá de sus posibilidades, los que gastaban demasiado, los ineficientes que hipotecaban el futuro de los hijos y nietos de todo el planeta. En Estados Unidos surgió el Tea Party, movimiento reaccionario y conservador, que acusaba a Obama de comunista por tratar de regular la economía y colocar al Estado en un lugar parecido al que ocupó en el New Deal de Franklin Roosevelt. En Europa, igualmente, crecieron los partidos de derecha que culpaban de todos los males a los inmigrantes, y a los Estados que los dejaban entrar, porque competían por el escaso empleo que había, en lugar de mirar por qué y quién creaba ese desempleo.

En medio de esta situación vino a mi mente el cuento de la rana y el escorpión: ambos animales se encontraban en una isla en medio de un río, de pronto el caudal empezó a crecer aceleradamente y era evidente que en pocas horas el agua cubriría la pequeña isla. Desesperado frente a tal situación, el escorpión rogó a la rana que lo salvara llevándolo a la orilla. Desconfiada, en un principio la rana se negó pues sabía que podía morir lenta y miserablemente si el escorpión la picaba. Pero este le prometió, en nombre de todos sus santos, que bajo ninguna circunstancia la picaría pues ella era su única oportunidad para sobrevivir. Ante tales palabras, la rana accedió y acomodándolo en su espalda lo trasladó hasta la orilla más cercana. Cuando ya habían llegado a tierra firme, y antes de que la rana pudiera reaccionar, el escorpión le clavó su aguijón. La rana, dolida y sorprendida, le preguntó: ¿por qué me has picado, por qué has roto tu promesa?, a lo que el escorpión respondió: porque esa es mi naturaleza, mi instinto.

Como el escorpión, los banqueros tienen sus propios instintos, pero también inteligencia y libre albedrío, al igual que los economistas neoliberales, los políticos comprados por las corporaciones y los periodistas de los medios ideologizados. Todos ellos podrían haber quedado muy gradecidos con el salvataje realizado por los gobiernos, con el rol que jugaron los Estados en la salida de la crisis, así mismo hubieran podido realizar una reflexión conjunta sobre las causas que originaron tal debacle e iniciar un periodo de cooperación entre los bancos y el sector privado con los gobiernos. También hubieran podido ponerse de acuerdo sobre una adecuada regulación, sobre las medidas económicas más apropiadas para asegurar una recuperación sostenida y de largo plazo en sus respectivos países, o proponerse la creación de empleo y bienestar para todos. Pero nada de eso sucedió, continuaron con sus posiciones irreductibles, con su codicia suelta en plaza, con su cegadora ideología y, zas, clavaron el aguijón a los Estados. Ahora los culpan de todos los males y niegan su propia responsabilidad. Pero, a diferencia del escorpión, no se dieron cuenta de que la rana todavía no había llegado a tierra firme, y resulta que ahora los dos están en peligro de morir ahogados.

Todos vimos cómo los bancos del mundo rogaban a sus Estados para que también los ayudaran a evitar su bancarrota y la inevitable recesión. El argumento era fácil: salvándolos a ellos se evitaba el sufrimiento de los pobres y de los trabajadores.

No es retórica. Con el triste espectáculo del Congreso estadounidense en torno a las discusiones sobre el límite de endeudamiento y la reducción de la gradación dada por la Clasificadora de Riesgo Standard y Poor (la misma que siempre puso triple A para los instrumentos financieros tóxicos) a la deuda soberana de Estados Unidos, las bolsas de todo el mundo se están desplomando en forma reiterada, como sucedió el lunes 8 de agosto de 2011 (en el caso de Wall Street la caída de la bolsa fue peor que la del 15 de setiembre de 2008), el famoso «lunes negro». Lo más importante es que las economías de los países desarrollados enfrentan perspectivas recesivas, o de crecimiento cero en el más optimista de los cálculos, para los próximos cinco o quizá diez años. Aunque lo peor de todo esto es que los gobiernos, y sus respectivos ministros de economía, no tienen una pista de qué hacer para evitar la crisis que se viene y que ya está acá.

Al mismo tiempo, los jóvenes desempleados se echaron abajo a los gobiernos de Túnez, y Egipto, iniciaron la rebelión en Libia, y pusieron en jaque a los demás países árabes; otros jóvenes, también desempleados, y además indignados, toman las plazas de las principales ciudades de España y de otras ciudades de Europa; y Londres se incendia, como en la segunda guerra mundial. Las manifestaciones se extienden al propio Wall Street, lugar donde empezó la crisis. La derecha europea y estadounidense dice que los que protestan son delincuentes y que se debe responder con mano dura; lo dicen aquellos que estuvieron detrás de las políticas económicas que condujeron a la recesión y al desempleo juvenil, los mismos que hoy día están planteando recortar los programas sociales y la ayuda a los más pobres. La ideología neoliberal les impide conectar todos estos fenómenos, aceptar su propia responsabilidad en ellos, y cambiar el rumbo. Lo único que ahora están haciendo es echar más leña al fuego.

Los problemas y tendencias que llevaron a la crisis de 2008 siguen en pie, y los gobiernos no parecen saber qué hacer, tienen el aguijón clavado en el lomo, desconcertados se retuercen de dolor. La confusión se generaliza y el pánico espera a la vuelta de la esquina.

El libro La Picadura del Escorpión  pretende reducir la confusión y evitar el pánico. Es perfectamente posible salir de esta crisis y construir una economía que dé empleo a los jóvenes y oportunidades de progreso y bienestar para todos. La «solución» no es fácil ni va a salir de una sola cabeza, de una sola idea o propuesta, ni de un solo líder carismático e iluminado, vendrá del aporte de muchos. Se trata de dejar fluir ese talento e inteligencia que existe en los pueblos, y que a lo largo de la historia siempre surgió desde abajo. La condición fundamental para ello es abandonar las ideologías que nublan la razón. Será imposible entendernos si ellas prevalecen, en especial si el pensamiento único neoliberal sigue dominando la escena. Al analizar la crisis del 2008 y la posterior recesión mundial, este libro ubica y precisa las ideas, las políticas y las acciones que la originaron, e intenta introducir la razón y abrir los corazones para la reflexión y la construcción de soluciones.

Estoy convencido de que crear un nuevo modelo de desarrollo (o eventualmente un nuevo sistema económico y político), que supere al viejo modelo neoliberal, va a requerir del concurso de muchos. Espero que este libro contribuya a ello.