jueves, 10 de enero de 2013

Entrevista de Carlos Chávarry





Entrevista del Periodista Carlos Chávarry a Fernando Villarán
Publicado en el blog "Crónicas marcianas" del Diario Perú21


La ideología neoliberal tiene fecha de caducidad: la reciente crisis mundial lo ha demostrado. Sin embargo, en el Perú se insiste en ella pese a los conflictos sociales que empieza a provocar. Este 2013 podría ser crucial para su replanteamiento, a decir del ex ministro Fernando Villarán.

La fábula es harto conocida: un escorpión debe cruzar un río pero sabe de sobra que, de intentarlo, se ahogará. Entonces le pide ayuda a una rana saltarina y esta, naturalmente desconfiada, pacta con el bicho: lo llevará sobre su lomo a cambio de que por nada del mundo le clave el mortífero aguijón. Sin embargo, cuando ambos llegan a la otra orilla, el arácnido rompe su palabra y en un fugaz movimiento envenena a la crédula ranita.

«Lo siento, no lo pude evitar, es mi instinto», se justifica el escorpión.

A decir de Fernando Villarán, esta misma historia se ha repetido entre ciertas corporaciones ─financieras─ y unos Estados norteamericanos y europeos que las rescataron en la crisis económica mundial desatada en 2009.

Eso, sin considerar que el modelo neoliberal dominante podría aparecer ahora como una amenaza contra los Estados al pretender desactivar sus políticas de bienestar social y cualquier otra forma de equilibrio para seguir favoreciendo a sectores empresariales cada vez más ambiciosos. Y sin importar que algunos agentes desbocados de ese modelo sean los que ocasionan los conflictos sociales de muchas partes del mundo: desde desempleo masivo hasta protestas de comunidades enteras.

Ex asesor de Economía de Alberto Fujimori, ex ministro de Trabajo del gobierno de Alejandro Toledo y ex funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el ingeniero y economista Fernando Villarán ha publicado un libro donde no solo explica con una prosa envidiablemente didáctica el origen de la última crisis mundial, sino también los riesgos de un dogmático enfoque neoliberal norteamericano ─que en Perú ciertos personajes mediáticos profesan con devoción─, la necesidad de modificar la ineficaz política del «chorreo» ─la distribución de la riqueza de «arriba hacia abajo»─, y una desmitificación de las grandes empresas como la única solución a la pobreza y el desempleo.

Ese libro se titula La picadura del escorpión.

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En una entrevista usted menciona que vivimos la época de mayor crecimiento económico del Perú en los últimos cien años...
Es verdad considerando este periodo de diez años de crecimiento económico desde 1922, el primer año del que se tiene cifras oficiales de la economía.

¿Lo verá así también esa población que en el Perú sobrevive con un sueldo de 250 soles, es decir, con menos de cien dólares mensuales?
Es que con este crecimiento no todos participan ni se benefician de la misma manera: el modelo económico vigente no es igualitario en ningún país del mundo. Explico el caso peruano: los sectores más dinámicos, por lo menos durante los primeros cinco o seis años de esta década, fueron los de exportación de minerales, de pesca y agricultura: las dos primeras actividades, por sí solas, no son muy intensivas en mano de obra, y ese auge se concentra en pocos propietarios y, por tanto, en pocos trabajadores. La agricultura apenas implica un poco más que los otros.

¿Y en la segunda mitad de esta década?
Se desarrollaron más los sectores de demanda interna como construcción, comercio, finanzas, servicios y hasta restaurantes. De hecho, han sido estos sectores los que han liderado el crecimiento del país en los últimos años, y como sí son muy intensivos en mano de obra, permiten distribuir las ganancias en muchas manos.

¿Significa que debería apoyarse más a ciertos sectores que otros?
Significa que la distribución de la nueva riqueza generada dependerá de los sectores que lideran el crecimiento: si son intensivos en mano de obra y cuán concentrada esté la propiedad.

¿Y en esa distribución influye la famosa política del «chorreo de la riqueza» o «trickle down»?
Es curioso: somos unas de las pocas naciones en todo el mundo que hemos logrado crecer económicamente pese a este modelo. Y lo digo así porque los más grandes exponentes del chorreo son los Estados Unidos ─que lo diseñó y aplicó por primera vez─, Inglaterra ─donde lo impuso Margaret Thatcher hace treinta años─, Irlanda, España y el país que mejor lo aplicó y más extensamente, Islandia.

Y ahora son países que la están pasando muy mal en el mundo...
Mal, muy mal, malísimo, al punto que ha provocado que Estados Unidos pierda su hegemonía y lleve a que China se perfile como la primera potencia mundial. Es más, Inglaterra también está completamente retrasada en comparación a Francia y Alemania ─sus dos rivales históricos─, países que siguieron otros modelos económicos. Y España, que era líder de la zona sur europea y de América Latina, también ha colapsado.
       
¿Las potencias se equivocaron de recetas?
Así es, los países que aplicaron fielmente el modelo neoliberal y la política del trickle down ahora están mal. En cambio, los que no lo aplicaron como China, India, Brasil, Corea, Alemania y Francia están muy bien, y hasta han salido fortalecidos de la crisis económica. De hecho, son los que en estos momentos están sosteniendo la economía mundial: si no fuera por China, el Perú no tendría el crecimiento de ahora.

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En realidad, el modelo del chorreo no sería más que una estrategia de desarrollo destinada a favorecer a las empresas más grandes y poderosas del mundo.

La conocida reducción de los impuestos sería uno de sus principales rasgos.

O la promulgación de leyes que buscan beneficiarlas directamente a fin de que obtengan más ganancias y se consoliden y crezcan más y amplíen sus actividades e inviertan más y terminen produciendo ─casi como quien no quiere la cosa─ empleo.
            
Algo que también es muy practicado en el Perú: a veces con su cuota de corrupción.
            
«Con seguridad, la primera parte del modelo se cumplió a cabalidad: las grandes empresas se hicieron aún más grandes, obtuvieron mayores ganancias, adquirieron cuantas empresas estuvieron a su alcance, se volvieron más influyentes, y los ricos hicieron mucho más dinero ─anota Fernando Villarán en el libro─. Pero la segunda parte no se cumplió: la riqueza no se expandió ni se transfirió a los de abajo, el empleo fue escaso, los sueldos y salarios se estancaron o retrocedieron, y en general las clases medias, los trabajadores y las pequeñas empresas no recibieron ni un céntimo de los beneficios otorgados a los más poderosos».
            
Y esto ha sido así no solo en el Perú sino en el mundo entero, empezando por Estados Unidos: allí, hoy en día el 1% de la población de ese país ─los privilegiados de siempre─ posee el 40% de toda la riqueza nacional, cuando hace cuatro décadas atrás solo concentraba el 9%: una demostración de cómo se ha ido ahondando la diferencia económica entre la clase adinerada y las mayorías.
           
Esa «estrategia» es el principal componente de la actual ideología neoliberal.

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En el libro usted dice que el sistema neoliberal no garantiza el futuro del mundo...
Exacto, y eso se aplica también al Perú: es muy notorio, se percibe...
       
Pero usted ayudó a implementar ese sistema económico en el país...
Efectivamente, en los años noventa yo fui uno de los siete samuráis cercanos a Fujimori que le ayudaron a incluir este sistema en su plan de gobierno, y hubo un apoyo masivo de los organismos internacionales ─como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional─ para que lo promoviera en el país. Ahora estoy convencido de que ese modelo nos ayudó a salir del caos del gobierno de Alan García I. El principio fundamental del modelo neoliberal es ordenar la macroeconomía, y ese fue su gran aporte con nosotros.
         
En una nota al pie de página del libro usted aclara que esa medida fue muy ortodoxa para el Perú...
Es verdad. El modelo se aplicó al pie de la letra cuando bien pudo incluir algunos elementos diferentes de acuerdo a las características del país. El gran pecado que cometimos con su implementación fue que con ello reafirmamos nuestro carácter primario-exportador. Ahora estamos pagando el precio de ese error, y lo vemos en la gran cantidad de conflictos sociales que se ha generado.

¿Por qué?
Es que nosotros, a diferencia de Brasil, Corea o China, no tenemos una industria fuerte muy empleadora. Entonces en el Perú el crecimiento económico ocurre solo para algunos sectores: no se reparte equitativamente para todos. En la década de 1990 comenzó el germen de violencia de este modelo, que en aquella época no hizo crisis porque estábamos en los quintos infiernos, pero ahora que ya estamos en mejor situación, empezamos a notar las limitaciones del modelo.

Alguien le podría decir: «Sr. Villarán, qué hipócritas somos hoy de hablar en contra del modelo neoliberal cuando fue este el que nos sacó de la crisis»...
Lo sé. Pero es que no se trata de arrojar la bañera con el niño: hay que hacer cambios por partes y dosificarlos. La gran herencia del neoliberalismo en el Perú es la estabilización macroeconómica, las cuentas ordenadas, la prudencia fiscal y monetaria, y el fortalecimiento de entidades como el Banco Central de Reserva y el Ministerio de Economía y Finanzas. ¡Por dios, eso es algo que el Perú ha ganado y se va a mantener, no es negociable! Pero ahora se trata de ir hacia un modelo nuevo mucho más incluyente, que conserve lo ya avanzado.
         
Entonces, ¿ya superamos ese modelo que nos sacó del agujero?
Correcto. El modelo ya cumplió su ciclo, y ahora necesitamos otro para el siglo XXI. Y tenemos muchos de dónde inspirarnos. Están el modelo chino, el brasilero, el coreano, el alemán, el finlandés: países que casi ignoraron las recetas del Banco Mundial. Lo que sí ya no debe gustarnos: el modelo norteamericano.

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Detalles sobre la desconfianza hacia el modelo neoliberal: en principio, que es completamente falso que los mercados se autorregulen por una mano invisible.
            
O que asignen los recursos con eficacia.
           
O que sean intrínsecamente estables.
            
La reciente crisis financiera de 2008 originada en Estados Unidos y la consecuente recesión mundial de 2009 que el ex ministro describe y analiza en su investigación es el mejor ejemplo de esa falacia.
            
El otro gran ejemplo es que en la actualidad estas ideas son cuestionadas en la mayor parte de los países desarrollados.
            
Y en ellos no son cuestionados por simples «intelectuales antisistema» con ánimos de figurar: en Norteamérica, Joseph Stiglitz ─ex asesor de Clinton, vicepresidente en el Banco Mundial, catedrático en Yale, Stanford, Oxford y Princeton─ es el más conocido de ellos, por ejemplo. O también Paul Krugman ─columnista en el New York Times, catedrático en el MIT, Yale, Stanford y Princeton y ganador de un premio Nobel─, o el ya desaparecido Paul Samuelson ─otro economista premio Nobel salido de las canteras de Harvard y el MIT y que asesoró a sucesivos gobiernos norteamericanos desde John F. Kennedy─.
            
«Alimentadas por los resultados económicos, la ideología y las políticas neoliberales sobreviven en Perú, pese a que las lecciones de la crisis dejaron en claro que no garantizan el crecimiento de largo plazo ni aseguran la sostenibilidad social», anota Fernando Villarán en La picadura del escorpión.
            
Y sin embargo todos los días recibimos doctrinas en forma de editoriales y noticias que nos dicen que el sector privado siempre es eficiente y nunca se equivoca, que el Estado es un mal administrador y jamás debería intervenir en la economía, que mientras más poder y riquezas acumulen las empresas mejor será para los ciudadanos pobres, que las políticas de promoción hacia las pequeñas empresas son un despilfarro de dinero y esfuerzo, y que el consumo y el crédito son más convenientes que la producción y la ganancia a largo plazo.
           
Nos dicen y nosotros creemos.

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¿Qué podríamos aprender de la crisis norteamericana?
En esencia, el desequilibrio que provocó la predominancia de un grupo de poder ─en este caso, de la banca─ y la ausencia del Estado. El mercado es muy importante porque son las empresas las que originan el empleo y la riqueza, pero debe existir un Estado que las regule. Esta crisis mundial y la de 1929, la Gran Depresión, demostraron que el mercado por sí solo se desboca. Es un mito creer que el mercado se autorregula: en ninguna parte del mundo y en ningún momento de la historia ha sucedido eso.
         
¿Y por qué son modélicos China, Brasil o Alemania?
Precisamente porque son países exitosos con Estados muy fuertes y reguladores. ¡Sus propias instituciones financieras estatales son poderosas y agresivas! Un ejemplo: el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) de Brasil es más grande que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Yo, que trabajé en el BID, confieso que sentíamos celos por el BNDES porque mostraba más atribuciones que nosotros.

Es decir, un miembro de América Latina era más poderoso que el banco para todo el continente...
Estos países han demostrado que el Estado puede ser dinámico, eficiente y regulador del sector privado: no se le enfrenta. Recordemos que la estatización de Velasco Alvarado y los intentos de Alan García I provocaron más bien su retraimiento y la caída de la inversión: el Estado por sí solo no puede generarlo todo. La fórmula del éxito está en que ambos se entiendan: el mercado y el Estado.
         
Eso de forjar un Estado fuerte suena bien, pero el problema es que el Perú se caracteriza por tener instituciones débiles...
Sí, pero eso es ya un tema político.
         
Pero a cambio está el rol de la sociedad civil...
Exacto, y en el libro menciono que necesitamos una sociedad civil con ciudadanos organizados que regulen al Estado y las empresas. Al primero le pide cuentas y le dice «Oye, no malgastes mi dinero de los impuestos, no te la robes», y a las empresas le dice «Oye, no me pongas estos precios, no me estafes». Así, cuando una empresa se porta mal, se le denuncia y el Estado reacciona y la sanciona.
         
Pero para la derecha peruana ─y aquí sí tiene que ver la política─, una idea así es casi un insulto para la defensa tendenciosa que hace del modelo neoliberal...
Exacto, vivimos dentro de una estructura muy ideológica atravesada de propaganda. Cualquiera que se salga un poco de ese sistema es atacado y satanizado, calificado de terrorista o izquierdista rojo o caviar...
         
¿Usted encuentra un sector privado que a la larga pueda ser un influyente grupo de poder en el Perú, tal como la banca en Estados Unidos?
Creo que en Perú el desequilibrio podría darse entre el sector minero y el resto de los sectores económicos: con el apoyo interesado de algunos grupos poderosos ─incluso mediáticos─, las corporaciones mineras podrían ganar una enorme preponderancia y con ello reforzar nuestro modelo económico primario-exportador ─que como ya dije, es poco generador de empleo y por tanto proclive al descontento social─, con los resultados que ya vemos.
         
¿Quién podría detener esas aspiraciones?
Debería existir un Estado que dijera: «Un momento: minería sí pero también industria y también turismo y también pequeña empresa, porque eso va a generar empleo y crear una situación social mucho más estable».
         
Pero eso no ocurre...
No, porque hay algunos sectores que prevalecen y dicen que no se les discuta. Eso, advierto, no es bueno para el país. Necesitamos reequilibrar al Estado con el mercado.

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Usted dice que en el Perú mercados como el de Gamarra o el de la gastronomía tienen tanta importancia como el mismo sector minero...
En los últimos diez años el país ha crecido porque se ha desarrollado la minería, la pesca y la agricultura. Pero en esa misma década también ha crecido la gastronomía, las empresas de confecciones ─el caso Gamarra─, y las microfinanzas ─por esos miles de pequeños bancos y cajas rurales que atienden a cientos de miles de microempresas─. Es más, toda una región del país, San Martín, ha crecido sin necesidad de la minería y el canon: solo a partir de productos como el café, el cacao, la palma aceitera y el palmito.
       
Son casos que demuestran que otro modelo económico es posible...
Son los típicos casos de un desarrollo de «abajo hacia arriba», lo opuesto al chorreo, y nos indican que sí es efectivo. Entonces, si colocas minería-pesca-agro versus Gamarra-San Martín-gastronomía, quizá estos últimos resulten ser más fuertes y dinámicos que los primeros, y de pronto el crecimiento del Perú se deba no solo a las grandes inversiones sino también a las pequeñas empresas.
         
Quizá por eso encontramos en los medios de comunicación tantas frases tipo «forme usted su propia empresa» o «hágase emprendedor»...
Exacto. Desde mi perspectiva, MiBanco es el banco de los que mueven el país, de los que generan empleo en el país. Un ejemplo: el centro comercial de mayor venta en todo el Perú es el MegaPlaza del cono norte. Pregúntale a su público donde trabaja. Te responderá que no son empleados de alguna minera o trasnacional: que son empresarios emergentes de la zona o del centro de Lima o de Gamarra o de la avenida Wilson. Ese es nuestro gran mercado interno.

¿No importa que ese mercado interno sea informal?
Esa es aún la gran irresponsabilidad del Estado. Y su tarea es ser eficiente, honesto y ayudar a la formalización de la pequeña empresa. La mejor manera de formalizar es ayudándolas a crecer: que pasen de micro a pequeñas y medianas empresas.
         
Las pequeñas y medianas empresas no son tan inocentes: las mypes son las que más explotan a sus trabajadores, no les reconocen sus derechos laborales...
Así es, pero es que una buena parte de esas mypes son microempresas de supervivencia, con una productividad tan baja que no pueden pagar bien a sus empleados: el propio dueño vive a duras penas en una casa sin muchas comodidades, y trabaja de catorce a quince horas. Por lo general ese es su contexto en lugares precarios.

Pues en pleno San Isidro conocí una empresa ─una que editaba una conocida revista de crónicas─ cuyos gerentes solían advertir a sus empleados que, de aparecer los inspectores del Ministerio de Trabajo, negaran que laborasen allí: que dijeran que solo eran visitas...
Pero de seguro era una empresa pequeña. Mientras tengas pocos trabajadores puedes hacer eso, pero cuando trabajas con más de veinte empleados y vienen los camiones para abastecerte de materia prima o llevarse tu producto, todos se enteran de que allí funciona una empresa grande y no la puedes esconder: estás en la obligación de formalizarte.

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¿Cómo se les denomina a los millones de jóvenes desempleados en el mundo?
En Túnez, hittistes: «los que se recuestan contra las paredes».
En China, hormigas: los que se apiñan en minihabitaciones de las periferias.
En España, mileuristas: los que ganan menos de mil euros mensuales.
En Inglaterra, NEET's: ni educados ni empleados ni en entrenamiento.
En Japón, freeters: los que a duras penas sobreviven como freelances.
En Estados Unidos, boomerang generation: jóvenes que no pueden independizarse y regresan a vivir a la casa de sus padres.

Fernando Villarán, citando a Robert B. Reich ─ex ministro de Trabajo del gobierno de Clinton y ahora asesor económico de Obama─, refiere que, al menos en Estados Unidos, la base del desempleo estructural es la distribución desigual de la riqueza: precisamente aquella promovida por el modelo neoliberal.

Más aún, el economista señala que hay dos postulados de la teoría económica neoclásica que han posibilitado esta situación.
            
El primero, la creencia de que el aumento de la producción aumenta de modo automático el empleo. Esto explica por qué la obsesión de los gobiernos son solo las cifras del PBI, con lo que quedan de lado las políticas de fomento de empleo.
            
El segundo postulado: el reemplazo interesado del concepto de fuerza de trabajo por el de servicios de trabajo. «Ya no se habla más de trabajadores de carne y hueso sino de horas de trabajo que se entregan a las empresas ─dice el autor─. Con este contrabando ideológico se produce un efecto perverso: la demanda de empleo de trabajadores concretos ya no es responsabilidad de las empresas sino de ellos mismos que buscan empleo en el mercado laboral. Las empresas solo se limitarían a ofrecer trabajo».
           
Y continúa:
           
«Así, las empresas y los hombres de negocio se desentienden de su responsabilidad en la generación de trabajo y se la trasladan al trabajador que, con su dosis de culpa y vergüenza, es incapaz de encontrar un empleo. De este modo se le da carta libre a esas teorías que atribuyen la causa del desempleo a que los trabajadores no están lo suficientemente calificados, no se esmeran lo suficiente para conseguir trabajo, a que son ociosos, etcétera. Esta es la gran traición de los economistas y la economía convencional contra la población de todos los países del mundo».

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Si el desempleo asegura mano de obra barata y disponible, ¿para qué querrían las empresas que se resuelva?    
Si hace un par de años le hubieras preguntado a un ciudadano español si podía imaginar su país en la crisis económica y de desempleo en la que ahora está sumida, te habría dicho que no, que eso era imposible en el primer mundo. Hoy hazle esa misma pregunta a un padre de familia en el Perú: «¿Me podría asegurar que su hijo nunca va a sufrir desempleo?». No te podrá asegurar nada.
       
¿Cuál es el mensaje?
Que mejor empieces a preocuparte ahora mismo: empieza a cambiar la realidad desde ya y no aceptes todo lo que te dicen.
         
¿Y los empresarios lo entenderán así?
La preocupación elemental de toda empresa es vender más, obtener mayores ganancias, contar con personal calificado, organizarse bien y reducir costos: su función no es generar empleo. Si la empresa genera empleo es porque con sus trabajadores obtiene ventas y utilidades.

¿Y entonces quién debería preocuparse en que la población tenga empleo?
El Estado. El Estado es el que representa el interés general. Desde el punto de vista de los ciudadanos, esa es una consigna válida que hasta la recogió John Maynard Keynes en 1929 pero que luego los neoliberales estigmatizaron cuando tildaron al Estado de botarate, de despreocupado del déficit fiscal, de hacer caso de los parásitos pobres, de endeudarse...
         
Todo ciudadano necesita empleo...
Todo gobierno que se precie de representar democráticamente a un país debería considerar la generación de empleo como su objetivo principal: eso antes que programas sociales que regalen cosas. Lo que la población quiere, siempre, es trabajo.
         
Pero lo primero que los gobernantes peruanos suelen hacer es «regalar» empleo a sus electores en el sector público...
Y no debería ser así. En otros países, el sector público siempre fluctúa entre el 10% y el 20% de la población económicamente activa: el 80% o el 90% del empleo lo brinda el sector privado.
         
Entonces, ¿qué camino concreto podría seguir el Estado en el tema? 
Propiciar un sector privado lo suficientemente dinámico y competitivo y al mismo tiempo generador de empleo como para que la población tenga trabajo. Ese fue el objetivo de Keynes, y es una medida sumamente compleja que hay que resolver: no por difícil la abandonas. Por eso hablo de la «traición de los economistas»: ¿cómo vas a abandonar un objetivo que es en beneficio de las grandes mayorías? Es responsabilidad de ellos: a través de la economía logras el pleno empleo, utilizas los engranajes adecuados con el uso de tecnología, el apoyo a la pequeña empresa y el fortalecimiento del emprendedorismo.

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Si los ciudadanos son quienes eligen a sus gobernantes, les exigen y critican a través de los medios de comunicación ─a veces hasta destituirlos─, y si los ciudadanos son quienes eligen y adquieren los productos y servicios de las empresas, y son capaces de percatarse de cuándo estas los estafan o les venden algo sin calidad ─y dejan de comprar─, ¿acaso esa ciudadanía no tiene un poder real en sus manos capaz de alterar la situación política y el mercado de todo un país?
            
Lo tiene pero no siempre es consciente de él.
            
Fernando Villarán escribe: «La gran pregunta es: ¿por qué la mayoría de la población no ejerce ese poder? Quizá tenga que ver con dos hechos: por un lado, la pésima calidad de la educación para las mayorías. Por el otro, el control de los medios de comunicación por intereses corporativos».
            
Y luego explica que el crecimiento económico no necesariamente asegura calidad en la cultura y la educación. Y que, por el contrario, los valores del neoliberalismo ─individualismo, egoísmo, competencia depredadora, acumulación ilimitada─ sumados a la mala educación y el control interesado de los medios de comunicación ─que, por lo general, son igualmente incultos y violentos─, promueven una forma de pensar letal para cualquier sociedad.
            
Una que, además, nos lleva a invisibilizar las necesidades de una buena parte de la población.

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Tener más dinero no nos hace mejores ciudadanos, ¿verdad?
Es una falacia creer que porque hay mejores ingresos ya estamos bien. Definitivamente el puro progreso económico no te lo garantiza. Pongo ejemplos: Finlandia u Holanda son naciones con muy altos ingresos pero sus poblaciones son también muy educadas y cultas. Por tanto, son homogéneas y estables, sin conflictos sociales ni protestas. Son países que no tienen ultramillonarios ni ultrapobres: casi todos son de clase media.
         
¿Y Estados Unidos?
Su caso es lo contrario: se trata de toda una nación muy mal educada y con muy baja cultura: no hay correspondencia en el hecho de que sea un país con un ingreso per cápita de 45 mil dólares anuales y sin embargo casi nadie sepa dónde queda Perú. Hablamos de una población que observa televisión durante cinco horas al día...

¿Y esa contradicción cultural cómo se explica?
En realidad es un problema mundial. Los ciudadanos han permitido que uno de los poderes ─el económico─ absorba a la mayoría de los medios de los comunicación, cuando estos se supone deberían analizar y criticar por igual tanto al Estado como al sector privado. Ahora muchos medios se han convertido en portavoces del sector privado.
         
Esa escasa educación también afecta la manera de trabajar: por no perder el empleo, uno acepta que abusen de sus derechos laborales...
En el Perú los sindicatos se desactivaron en los años noventa porque hacían muy rígido el mercado laboral. Eso no significa que la sindicalización sea mala por sí misma. Veamos el caso de Mercedes Benz en Alemania, que ante la crisis reciente se vio obligada a reducir su producción y dialogar con su sindicato: «Tenemos esta situación y solo dos alternativas: o despedimos al 30% de los trabajadores de la compañía, o reducimos las horas de trabajo y, por ende, los sueldos. ¿Qué deciden?». El sindicato se pronunció: «Que no se despida a nadie: bajemos los sueldos de todos». Y listo, así se pactó y nadie perdió. ¿Cómo está ahora Alemania con ese tipo de acuerdos? Solo tiene un 4% de desempleo, mientras que Estados Unidos un 10%. Y mira quién es el país que ahora dirige Europa: Alemania.
         
¿Reducir el sueldo no afectó la calidad de vida de esos trabajadores?
Sí, claro, pero fue una medida voluntaria, donde tanto empleados como empleadores se percataron de lo difícil de la situación. ¿Qué nos dice ese ejemplo? Uno, de la madurez de la empresa. Dos, de la madurez del empleado. Ahora pregúntate: ¿tú crees que en Perú un agremiado de la CGTP aceptaría un acuerdo así?

Los sindicatos que han sobrevivido en el Perú son arcaicos, inservibles...
Obsérvalo así: tienes un modelo arcaico por el lado empresarial y un modelo arcaico por el lado sindical. Entonces, el extremismo empresarial obliga a que también haya un extremismo de trabajadores.

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«En todo el Perú la debilidad del Estado es notoria a nivel social, ambiental, de seguridad ciudadana y promoción del desarrollo, y persisten problemas antiguos y estructurales como el narcotráfico, la informalidad y la corrupción ─anota el autor─. Debilitar aún más al Estado peruano, como siguen pretendiendo algunos neoliberales, es suicida: es no haber aprendido las lecciones de la crisis de 2008».
             
Fernando Villarán sostiene en su ensayo que la solución no está en la extrema confianza depositada en las grandes empresas. Y que lo ideal es lograr un desarrollo más equilibrado donde las grandes empresas puedan coexistir ─sin absorber o eliminar─ con las pequeñas y medianas, incluso considerando cooperativas y comunidades indígenas.
            
Un tanto como Gastón Acurio ha demostrado puede ser posible.
            
Porque en vez de preocuparnos por las actividades extractivas que generan poco empleo y valor agregado, podríamos hacerlo por fomentar las actividades productivas, que sí ofrecen valor agregado e innovación.
            
En el planeta somos el país número 113 en innovación, el factor más importante para toda competitividad, según el World Economic Forum de 2012.
            
De hecho, Perú invierte al año solo el 0.1% de su PBI en investigación y desarrollo: uno de los más bajos porcentajes en todo el mundo.
            
El ex ministro indica: «Si el país no corrige la situación, todos los logros macroeconómicos corren el riesgo de perderse. Es una contradicción: el Perú se acerca rápidamente al primer mundo en lo económico y financiero, pero se mantiene en el cuarto mundo en lo que es ciencia, tecnología e innovación. Si no se hace nada, no saldremos del atraso, la exclusión, los conflictos sociales y la inseguridad».

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¿Cuál es el riesgo de perpetuar el modelo económico neoliberal?
El modelo tiene una fragilidad implícita concreta: ahora que caerá mucho más la demanda externa en los siguientes meses, ya deberíamos haber utilizado nuestros recursos en inversión en ciencia y tecnología en lo que estamos muy atrasados. La nueva oleada de la crisis mundial nos puede hacer pasar un mal momento.
         
Pero todavía se habla de la economía peruana en tono triunfalista...
Sí, aunque ya cayeron las exportaciones, ya cayeron los precios de la materia prima, y ahora solo nos sostenemos con la demanda interna. Pero eso tiene un límite. Y ese límite podría ser estar en los próximos seis o doce meses. La crisis mundial de todas maneras nos tocará.
         
¿Crisis en 2013?
Nouriel Roubini, uno de los más importantes economistas norteamericanos que anticipó la crisis mundial de 2008, dice que en estos momentos se están generando las condiciones propicias para que en 2013 se desate la crisis perfecta. Y creo que en nuestro caso también tendrá razón.
         
¿Pero ese crecimiento económico no ayudaría a neutralizar la crisis? 
El Perú puede permitirse un programa de reactivación y mitigación de la crisis para defenderse, algo que ya hicimos en 2009. Pero seamos sinceros: pese a esa política, el crecimiento del país cayó bastante. En el año 2008, el Perú creció 9.8%, pero en 2009 solo creció 1%: la caída económica total en un año fue de casi 9 puntos.

¿Eso impidió la crisis en ese entonces?
Técnicamente no hubo recesión porque no llegamos al 0% ni entramos en la zona en rojo, pero la desaceleración es inocultable: ahora mismo estamos en 6% de crecimiento. Si volvemos a caer otros 9 puntos estaremos ya en -3%, es decir, en terreno de pérdidas, y ese escenario es perfectamente posible para el año 2013.

¿Y en ese contexto podríamos darnos el lujo de cambiar de modelo económico?
Lo que fue virtuoso hasta hoy no necesariamente lo seguirá siendo a futuro: requiere de cambios y ajustes. Porque no se trata de cambiar el modelo al cien por ciento: quizá un cincuenta o un sesenta por ciento, y mantener lo que nos hizo bien.


Libro: La picadura del escorpión. ¿Nos hemos librado de la crisis económica mundial?
Autor: Fernando Villarán.
Editorial: Planeta.
Precio sugerido: S/. 45.

miércoles, 9 de enero de 2013

Presentación en SASE - 20 dic 2012


Presentación del libro "La picadura del escorpión" en SASE el 20 de diciembre de 2012. Contó con los comentarios del Sociólogo Ricardo Vergara, Director de SASE Consultores y de SASE Instituto.

Vídeo 1. Fernando Villarán:


Vídeo 2. Ricardo Vergara:

domingo, 23 de diciembre de 2012

Al estilo Juliana



Juliana Oxenford entrevista a Fernando Villarán en su programa "Al estilo Juliana" transmitido por Radio Programas del Perú (RPP).

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Presentación en la UCH - 20 nov 2012


Presentación del libro "La picadura del escorpión" de Fernando Villarán en la Universidad de Ciencias y Humanidades (UCH) el 20 de noviembre de 2012.

Tuvo como comentaristas al Magíster Carlos Campomanes Bravo, docente de la UCH, y del Lic. Raúl Wiener Fresco, periodista, Jefe de la Unidad de Investigación del diario “La Primera”.

Vídeos:
Vídeo 1. Carlos Campomanes.
Vídeo 2. Raúl Wiener.
Vídeo 3. Fernando Villarán.

Vídeo 1. Carlos Campomanes:


Vídeo 2. Raúl Wiener:


Vídeo 3. Fernando Villarán:

sábado, 24 de noviembre de 2012

Presentación en el CIP - 15 nov 2012


Presentación del libro "La picadura del escorpión" de Fernando Villarán en el Consejo Nacional del Colegio de Ingenieros del Perú. Tuvo como comentaristas al Ing. Fernando Hurtado Pasqual, Doctor en Ciencias Agrícolas, y al Poeta Tulio Mora Gagó, experto en Comunicaciones para el Desarrollo. Lima, 15 de noviembre de 2012.

Índice:
Vídeo 1. Presentación de Fernando Villarán.
Vídeo 2. Comentario de Fernando Hurtado.
Vídeo 3. Comentario de Tulio Mora.
Vídeo 4. Réplica de Fernando Villarán a los comentarios.

Vídeo 1. Presentación de Fernando Villarán:


Vídeo 2. Comentario de Fernando Hurtado:


Vídeo 3. Comentario de Tulio Mora:


Vídeo 4. Réplica de Fernando Villarán a los comentarios:

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Presentación en la UNI - 12 nov 2012


Presentación del libro La picadura del escorpión del Ing. Fernando Villarán en la Facultad de Ingeniería Industria y de Sistemas (FIIS) de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Tuvo entre comentaristas al Ing. Luis Baba Nakao. Lima, 12 de noviembre de 2012.

Índice:
Vídeo 1. Presentación de Fernando Villarán.
Vídeo 2. Comentario de Luis Baba Nakao.

Vídeo 1.


Vídeo 2.

martes, 13 de noviembre de 2012

Cambio16 reseña libro



Por Jorge Zavaleta

Publicado en el semanario español Cambio16 del 12 de noviembre de 2012, N°. 2.126, págs. 60-61.

Se le atribuye a Esopo aquella fábula del escorpión que pide a una rana que le ayude a cruzar el río, con la promesa de no hacerle daño alguno. La rana accede subiéndole a sus espaldas, pero cuando están a mitad del trayecto el escorpión pica, vierte su veneno, a la rana. ¿Cómo has podido hacer algo así?, le dice la rana, ahora moriremos los dos. Y el escorpión se disculpa “no he tenido elección, es mi naturaleza”.

Para Fernando Villarán, ingeniero industrial, exministro de Trabajo del Perú, promotor del desarrollo de la pequeña y mediana empresa en América Latina, en su reciente libro La picadura del escorpión, atribuye la crisis global, la peor en la historia del planeta, a la desnaturalización  del modelo de libre mercado por la exaltación de la codicia a límites inimaginables.

El desempleo creciente, la profundización de la pobreza, la desestabilización democrática, los síntomas cada vez más graves de la catástrofe ecológica y la quiebra del sueño americano de la casa propia, tienen que ver con aquel aguijón del escorpión (las grandes y más antiguas corporaciones) a la rana (las poblaciones más endebles) antes de que alcance la orilla para construir aquello que exige la primigenia filosofía liberal: el crecimiento económico con oportunidades para todos.

La  incursión desmedida y delictiva de la banca privada en la actividad financiera, el apalancamiento con poco dinero, el predominio de los grandes conglomerados empresariales, la fragilidad reguladora del Estado y sobre todo la quiebra de la ética por parte de los banqueros, deben ser revisados y sancionados para encontrar vías que superen la crisis global y vislumbrar un nuevo horizonte alejado de la embriaguez del consumismo infinito y perverso en desmedro de los más débiles.

Después de tres años y medio de trabajo, incluyendo 11 meses de redacción, Fernando Villarán  presenta su obra, escrita para un público amplio, con bastante información, temas polémicos, anécdotas personales y propuestas. Intenta responder a las preguntas: ¿Cómo se produjo y cuáles fueron las consecuencias del drama actual? Luego, con el análisis de las causas de la crisis, sus posibles correctivos y salidas, trata de responder a ¿por qué ocurrió todo esto, cómo podemos enfrentar sus efectos y cómo se puede evitar que se repita en el futuro? 

En efecto el debate está abierto. El liberalismo y el neoliberalismo no plantean la superación de la desigualdad, porque la igualdad es un principio ético, que implica diversos factores y esfuerzos para poder modificar el bienestar de todos.

Las empresas corruptas y corruptibles diseñan el mercado, liberan de los intereses privados,  no promueven el bien común, cuando sus obligaciones deben ser  pleno empleo y respetar la ley.

En los EEUU, la excesiva concentración de la riqueza en pocas y grandes empresas, afecta a la clase media y a los obreros que disminuyen sus ingresos. Por  los menos en las últimas tres décadas no funcionaron las oportunidades liberales planteadas para disminuir las desigualdades.

En cambio, en Alemania, Japón y China la pequeña y mediana empresa son las principales empleadoras que han cumplido un rol valioso en el desarrollo de la economía. La innovación es una propuesta en la que coinciden liberales y keynesianos.

La tercera posición, la de los investigadores de izquierda democrática, considera al liberalismo con mayor Estado y regulación, para constituir el motor moderno que genera riqueza. No es aceptable para ningún ciudadano del mundo, por ejemplo, que España, uno de los países que al ingresar a la Unión Europea desarrolló y estabilizó relativamente su economía, ahora tenga desempleada al  50% de su población joven y al 25% de su población adulta y resurjan explicables posiciones como la de Cataluña, exigiendo la desmembración de la monarquía.

Los culpables de la gran crisis son el Estado y los bancos. En países como China, India o Brasil el sector financiero es muy  fuerte y al servicio de la promoción empresarial, de la innovación. Solo el Banco del Estado de Brasil es más grande que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La banca alemana y  CORFO chilena son otros ejemplos a seguir.

Para el autor, la educación de calidad desde la primaria rural y superior. Una mayor conciencia del rol que cumplen los medios de comunicación dominados por intereses corporativos, distraen la capacidad de presión y movilización de la sociedad. Y rol promotor y regulador del Estado, podrán ayudar a quitar el velo de la ideología liberal equivocada que sigue pensando que la realidad del siglo XXI sigue siendo la misma del XX.    



Nota del editor
La picadura del escorpión”, editorial Planeta, fue presentada en el Centro Cultural Petroperú, empresa pública que ha reiniciado su ingreso al upstream. Además de la explotación y comercialización de hidrocarburos ha emprendido una intensa alianza con las manifestaciones culturales: como el auspicio de los Premios Nacionales, incluyendo en seis lenguas nativas, la continuidad del Premio literario Copé. Participaron en la primera presentación del libro: H. Campodónico, presidente de la empresa anfitriona, R. Abusada, J. Iguíñiz y J.C. Tafur, especialistas de diferente filiación política y económica. En la foto, Villarán delante de El puente Q´eswachaka, una obra  de ingeniería y tradición andina hace más de 600 años, único puente colgante  hecho de fibra vegetal (ichu) que no utiliza ningún material ni técnica moderna. Esa zona está liberada de escorpiones.